Un Abordaje Psicoanalítico

Desenredando La Angustia

¿Alguna vez has sentido una angustia tan profunda que parecía no tener explicación? La angustia es una vivencia que experimentamos todas las personas, pero no es universal ya que encuentra manifestaciones y significaciones únicas según cada caso. Este artículo busca hacer un breve recorrido sobre la conceptualización de angustia desde el psicoanálisis y sobre cómo esta forma de abordaje plantea mover el foco de la sintomatología hacia la historia y la subjetividad.

La Singularidad de Cada Angustia

Cada persona experimenta la angustia de manera diferente, incluso si los síntomas se parecen entre sí. Por eso hablamos de angustias en plural. No hay una angustia igual a otra. Son tan singulares como las huellas digitales. Para identificar qué forma tienen estas huellas es preciso revisar la historia personal, el contexto y las funciones de la angustia ya que varían, haciendo que cada caso sea único. La angustia no es solo un síntoma, sino una pista que nos invita a investigar más profundamente nuestro ser y nuestras experiencias.

«La angustia revela la nada que subyace a nuestra existencia y nos enfrenta a la necesidad de darle sentido.» (Jean-Paul Sartre)

La Terapia Psicoanalítica

El enfoque psicoanalítico procura cuestionar e indagar sobre las características que presenta la angustia. Lejos de abordar de manera directa el síntoma, más bien se esmera en seguir sus rastros.

Una experiencia que descansa en el vínculo terapéutico, abre juego a la circulación de la palabra en busca de que la persona aprenda a escucharse mejor a sí misma, reconociendo de esta manera aspectos velados de su padecimiento. Este proceso permite que el paciente descubra un saber sobre sí mismo, sobre su sufrimiento, que hasta entonces permanecía oculto.

“La interpretación de los sueños es el camino real hacia el conocimiento de las actividades inconscientes de la mente” (Sigmund Freud, 1899)

Para Freud los sueños, así como la angustia, son formaciones del inconsciente. Mientras que plantea que los sueños son manifestaciones inconscientes en las que se satisfacen parcialmente deseos reprimidos, considera a la angustia como una señal que emerge cuando hay conflictos internos no resueltos o deseos reprimidos que amenazan con llegar a la conciencia.

Para ejemplificar sus manifestaciones, rescataré algunos hitos en la historia de una paciente que, lúdicamente, he decidido nominar como…

Gorgonas vs Harpías

Una mujer de 35 años sentía una angustia itinerante sin tenerle rastro, que sobrevenía sobre todo en el momento de acostarse a dormir, por la noche. Este cuadro empezó a complicarse cuando las sensaciones se empezaron a presentar antes de salir de su casa, para ir a trabajar. En ocasiones no pudo directamente salir de la misma porque llegó a tener ataques de pánico: una vivencia de pérdida de control absoluta sobre su vida y su entorno, una opresión en el pecho que obstaculizaba gravemente su respiración, impidiéndole continuar con sus actividades de la vida cotidiana, situación que le llevó a tener que asistir a urgencias en algunas ocasiones.

Cuando me escribió, urgida, primero la escuché (me pareció que lo primordial frente a la urgencia era predisponerme a alojar algo de lo que le pasaba). Luego que me fuera poniendo un poco al corriente tomé la decisión de aclararle lo que podríamos hacer. Le comenté que no atacaríamos directamente el síntoma pero que sí lo tendríamos en cuenta como carátula de una historia, que tendría seguramente mucho más que contar. Aceptó la propuesta, y empezamos a conversar.

Nos tomó algunas sesiones historizar, contextualizar su padecer. Una de estas, estaba reconstruyendo un evento de su historia y se sorprende al relatar que, entre sus 6 y 11 años, cada vez que recibía las notas del trimestre, su padre le decía que tenía que “esforzarse más”. Su reacción fue de perplejidad. No hizo falta que relate ningún otro detalle porque había pescado en ese recuerdo un mandato silencioso que pedía siempre esforzarse más, y más, y más… y nadie sabrá nunca ¿cuánto más? Sus ojos se llenaron de lágrimas, posó su mirada sobre el suelo y con una voz agónica dijo –“hasta aquí”.

Lo que la paciente reconstruyó fue que había quedado atrapada bajo los efectos de un mandato por complacencia, por satisfacer determinadas expectativas. Un mantra que hacía las veces de agujero negro y que, literalmente, se la iba tragando más, y más, y más.. Haber arribado a la decisión de ponerle un límite a ese pac-man, aparte de haberse hecho con un resto energético que le permitió retomar sus actividades, representó de allí en adelante una lucha constante entre el complacer compulsivamente y elegir no hacerlo, batalla que fue configurando una nueva termporada del proceso terapéutico pero que, citando a la paciente, diré “hasta aquí”.

Un llamado de emergencia, baby

La angustia puede llegar a encontrar su punto máximo de malestar a través de una crisis de ansiedad, un ataque de pánico. Es la sensación en el propio cuerpo de la inminencia de la pérdida de control, la vivencia de estar muriendo en vida. Quienes hayan experimentado esto, sabrán que es desesperante.

La dificultad para desmenuzarla es que la persona antepondrá una urgencia. Y el análisis no danza acompasado con la urgencia. Primero tendremos que contener la situación para recién luego poder detenernos a pensar.

«Hay urgencias que no saben de dudas» resonaba en mi memoria, producto de haber leído en un pequeño trozo de papel que me brindara un poeta en un bar recóndito del norte argentino. Aquella sensación que recorrió mi cuerpo podría describirla como un dulce escalofrío con aroma mentolado. Sólo pude reaccionar llamándome al silencio y llevarme la experiencia a mis sueños.

Esta experiencia había quedado alojada en mi memoria y me atravesó como un rayo el recuerdo cuando la paciente me expuso su urgencia. Tal vez, eso fue lo que me inspiró querer, en primera instancia, escucharla, luego contener esa urgencia para luego hacer espacio a las dudas.

El Camaleón Mamá, el Camaleón…

La expresión más aguda descripta recientemente no es la única. Angustia también es miedo, incertidumbre, rabia, frustración, tristeza, nostalgia, apatía, desesperanza, desmotivación, y podría seguir enunciando etcéteras como tantas expresiones de angustia les he ido escuchando a pacientes a lo largo de mi vida profesional.

Desde el psicoanálisis tomaríamos esa expresión como una forma mediante la que el psiquismo de esa persona se está manifestando a través de su cuerpo. Por supuesto que preferimos que la persona no sufra: no somos psicópatas. Pero más que brindarle técnicas para evitar la aparición de esa angustia, vamos a aceptar el mensaje que propone este síntoma y lo rodearemos para que pueda aparecer información sobre su contexto.

En un proceso de análisis, si el sujeto se permite asociar libremente diciendo todo lo que se le va ocurriendo (técnica principal del psicoanálisis), aquellas capas ocultas en la trama de los sueños, así como en la angustia, empiezan a aflorar. Esta práctica, en el espacio terapéutico, se convierte entonces en una fuente inagotable de saber del propio sujeto. Un saber no sabido que puede devenir en epifanía a través de la escucha del propio discurso.

A largo plazo, podría resumirse que el enfoque psicoanalítico proporcionaría efectos duraderos ya que prioriza profundizar e historizar dejando la superficialidad del síntoma para un ulterior momento. Un abordaje directo al síntoma es “pan para hoy, hambre para mañana”. Puede resolver esa forma del síntoma, más no la angustia. Si dejamos intacto el plano que subyace al síntoma, sólo es cuestión de tiempo para que vuelva a aparecer la angustia en forma del mismo síntoma, o a la manera de nuevos síntomas.

La Importancia del Vínculo y la Escucha

El vínculo terapéutico es crucial en la experiencia analítica. Permite que la persona que consulta se sienta acompañada y escuchada para desplegar su mundo interno. Con ese material podremos indagar “¿qué me provoca esta angustia?” ,“¿en qué contextos aparece?” o “¿para qué sirve?”, lo que puede ser clave para desentrañar el origen y la función de la angustia.

La Libertad de Decidir

El objetivo del psicoanálisis no es eliminar la angustia, sino proporcionar a la persona la libertad de decidir qué hacer con su descubrimiento, con su saber. Pudiendo, lícitamente, decidir mantener su posición sufriente, pero haciéndose más consciente de ella, o bien inventar una nueva experiencia menos dolorosa, trazar un nuevo camino, incierto pero diferente. Este proceso de decisión consciente es lo que permite una verdadera transformación personal.

“La angustia es el vértigo de la libertad” (Søren Kierkegaard, 1844)

Como la antigua alquimia, donde lo común y cotidiano se convierte en algo valioso y significativo, a través del proceso psicoanalítico, se pueden transformar experiencias pasadas y presentes en una valoración reveladora.

“The Alchemist Discovering Phosphorus” (Joseph Wright of Derby, 1771).

Cierre y Reflexión

La exploración de la angustia a través del psicoanálisis ofrece una oportunidad inédita para el sujeto. Una marca, una huella, un rastro que puede llevar a la persona a rescatar su propia enseñanza.

¿Resuena en ti alguna experiencia de angustia que he descripto? ¿eres un inconformista de las superficialidades y tienes la valentía de explorar profundamente tus emociones y descubrir su origen y ramificaciones? No hace falta que hagas sólo el salto a lo desconocido… saltemos juntos. Te prometo que será una experiencia trascendental, procurando transformar la relación contigo mismo y, por ende, con tu entorno.

Como clama el proverbio: “No podemos dirigir el viento, pero podemos ajustar las velas.”

Si estás listo/a para ajustar las velas en tu viaje de autoconocimiento, contáctame hoy mismo para una entrevista por cualquiera de los medios que te dejo abajo para acompañarte en esta travesía…